En mis 12 años de trayectoria como cuidadora infantil, una decisión se destaca como la piedra angular de mi práctica: implementar una rutina constante. Esta herramienta, sencilla pero poderosa, ha sido mi arma secreta desde el primer día: moldeando el comportamiento, fomentando la seguridad y creando un ambiente acogedor para los niños a mi cargo.
Estos son algunos de los beneficios clave que he experimentado:
Manejo del comportamiento: una rutina estructurada proporciona previsibilidad, reduce la ansiedad y minimiza los comportamientos disruptivos.
Seguridad y estabilidad: La rutina ofrece una sensación de seguridad, fomentando la confianza y el bienestar emocional en los niños.
Aprendizaje mejorado: Los horarios consistentes maximizan las oportunidades de aprendizaje, promoviendo el desarrollo cognitivo, social y emocional.
Independencia: La rutina permite a los niños asumir tareas y responsabilidades, desarrollando valiosas habilidades para la vida y fomentando la independencia.
Relaciones sólidas: al brindar una atención confiable y mantener la consistencia, las rutinas fortalecen los vínculos entre los cuidadores y los niños.
Al reflexionar sobre mi trayectoria, recuerdo el impacto transformador que la rutina ha tenido en mi práctica de cuidado infantil. De ahora en adelante, mantengo mi compromiso de defender su importancia para crear una experiencia positiva y enriquecedora para cada niño que atiendo.
Amar,
Señora Leidy.